jueves, 17 de marzo de 2016

Un desierto de hielo

Había en todo esto un aspecto raro que no terminaba de reconocer con exactitud. El viento era frío y seco. Cortaba los labios y las mejillas cuando chocaba de forma fina en la cara. Contuve los puños cerrados contra mí, apoyados junto a las piernas para que no se filtrase el aire helado por las palmas de las manos. Ahora todo estaba congelado. La tierra que estaba bajo mis pies se retorcía en complicados escorzos hechos de hielo y barro. Había también trozos de ramas podridas y algunas bolas de hojas secas y desgarradas que se arremolinaban en podredumbre.

Hacía sólo seis meses el paisaje había sido completamente diferente. El barro no estaba tan compacto y apenas se dejada ver. Por todo el suelo brotaban tallos verdes y finos de hierba salpicados con flores rojas y blancas. Justo al final del parque había una fuente de piedra. Era pequeña, de un metro de altura aproximadamente. A su alrededor se formaban muchos charcos que inundaban la tierra y no dejaban que las plantas echasen raíz. Era el sitio preferido por los gorriones y las palomas. Se amontonaban como una especie de enjambre para beber agua. Cada uno de los pájaros se movía de forma independiente pero, todos juntos, creaban la sensación de ser un solo cuerpo. Parecía un banco de peces de se moviera por el suelo creando formas indefinidas que se rompían y se volvían a formar una y otra vez. No pasaba más de dos segundos sin que el pelotón estuviera hecho un solo cuerpo uniforme y abstracto. Más allá de la fuente, junto a los arbustos, crecían amapolas rojas que eran el hogar de miríadas de insectos voladores. Había abejas y mariquitas. Pero, de entre todos los bichos, eran las mariposas las que más llamaban la atención por sus colores. Como estaban junto a los arbustos nadie se acercaba a ellas y podían volar tranquilas sin preocupaciones.

Ahora los arbustos estaban secos. Sólo quedaban sus esqueletos irguiéndose penosos sobre sus tallos negros y quebradizos. Del caño de la fuente goteaba de poco en poco agua que, al tocar el suelo, había formado un agujero en el charco helado que la rodeaba. No había amapolas, ni insectos, ni aves de ningún tipo. Sólo los tristes huesos de los matorrales erguidos al final del parterre daban testimonio de que había habido un día en el que aquel lugar no había sido dominio del invierno. Un desierto de hielo, todo lo demás que se pudiera haber dicho habría sido ser demasiado generoso con esa tierra muerta de escarcha y fango.

miércoles, 2 de marzo de 2016

El átomo

El átomo es la unidad del universo,
La gregería es la unidad literaria.
Quien comprende la unidad comprende el mundo,
Quien no comprende la unidad se pierde en un mar de formas.

Así, como hablaron los antiguos,
El uno engendra el dos,
El dos engendra el tres,
El tres engendra los mil millones de seres...