martes, 9 de febrero de 2016

Cautiverio (Primera parte)

He perdido la cuenta de los días que llevo encerrado. Es algo lógico. Simplemente era cuestión de tiempo. Tenía que haber sido más listo y apuntarlo con marcas en la pared como hacen en las películas. Ahora ya da igual. Aunque empezase a contar mi cautiverio desde hoy no me serviría de nada porque no sé si llevo encerrado semanas o meses. Mi única referencia del exterior es el ventanuco de la pared. Pero es tan poca la luz y el aire que entra que lo único que alcanzo a distinguir es si es de día o de noche. Si al menos pudiera recordar qué pasó...

Por las noches lo sueños se confunden con los recuerdos. Ayer estaba caminando por un campo de trigo amarillo en verano. El viento era fresco y a la vez templado, como el que sopla en los atardeceres de septiembre. Caminaba con el rumbo fijo al encuentro de alguien pero no consigo recordar a quién buscaba. De lo que sí que estoy seguro es de que no paseaba sin dirección fija. Tenía un objetivo claro, e iba a su encuentro. De repente oí un sonido que no era natural, casi como un zumbido mecánico. Me hizo pararme en seco y, cuando volvía la mirada hacia atrás, todo se volvía oscuro.

Me desperté con el corazón a mil latidos por minuto y la respiración agitada. Lo que más rabia me produjo cuando volví en mí es que no sé si se trataba sólo de un sueño o en realidad era parte de un recuerdo. La sensación de impotencia es horrible. Quisiera ser libre. Quisiera que estos muros que ahora son todo mi mundo se resquebrajasen y me dejaran ver qué hay más haya de este sótano. Estoy seguro de que este no es mi estado natural. Yo era libre, aunque no consiga recordar ni cómo ni cuándo.

El primer día que desperté en esta cueva estaba asustado. Ahora ya el miedo ha pasado a un segundo plano. Mentiría si dijera que no lo tengo. Pero mi curiosidad es más fuerte que el miedo. Mis ganas de entender mi situación serían capaces de hacer que luchara contra mis captores si con ello obtuviera respuestas, aunque ello supusiera poner en riesgo mi vida. Pensándolo bien es horrible que el hombre llegue a la situación de amar más la verdad que la propia vida y, sin embargo, aquí estoy...

Estoy seguro de que en otra situación cualquier persona con el juicio sano respondería que valora más la vida que la verdad, que prefiere vivir a no ser libre. Sin embargo, ahora que me veo encadenado en esta trampa, comprendo que no puede haber vida sin verdad. Vivo sin vivir en mí... ¡Maldita sea! Estoy seguro de haber escuchado esa frase antes. Si tan siquiera pudiera recordar dónde quizás tendría alguna pista para saber quién soy y qué hago aquí.

Cuando pienso demasiado e intento recordar las cosas termino con dolor de cabeza. La presión del trabajo mental se coloca a ambos lados de la cabeza, justo en las sienes. Después sube por la frente y penetra hasta el cerebro y se sitúa entre los dos hemisferios. Luego ya es cuando tengo que dejar de pensar porque el dolor se vuelve demasiado intenso.

Usando la razón he llegado a ver algunas cosas del mundo exterior. Naturalmente mis ojos no pueden captar nada a través de la ventana por la que respiro. Su tamaño es tan ridículo que simplemente sirve para que no me ahogue en mi propio dióxido de carbono. En el exterior se oyen pájaros. Pajaritos pequeños que pían por las mañanas y por las tardes. También se oye el viento y se oye cómo mece la hierba o algún tipo de planta parecida. Gracias a esto he llegado a la conclusión de que estoy en algún lugar cerca del campo. Probablemente en un lugar abierto y rodeado de vegetación. Además, esto tendría sentido. Sería un lugar estupendo para esconder a una persona sin que nadie sospeche nada. Todo esto suponiendo que haya alguien por los alrededores...

Otra conclusión a la que he llegado es que debemos estar en primavera. De esto estoy prácticamente seguro porque el aire que entra por la ventana arrastra consigo pelusas de polen. Tenemos que estar en mayo o en junio. No sé qué tipo de polen es. Pero es polen, de eso estoy seguro porque lo veo cuando entra. Cuando las pelusas son grandes las tiro por el pozo y me olvido de ellas. El pozo está en una de las esquinas de la habitación y lo utilizo como retrete y basurero.

Además del pozo hay un torno en la pared por la que me mandan todo aquello que necesito. De momento sólo he recibido comida, agua y toallas húmedas para limpiarme. Las dos primeras veces que vi que se movía grité y pedí ayuda. Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos, no obtuve ninguna respuesta y, a día de hoy, sé que por esa vía no voy a conseguir nada.

No sé qué hacer. Escapar parece imposible, conseguir respuestas también. Lo único que puedo hacer es ver pasar el tiempo esperando que algo cambie. Sin embargo lo que más me extraña es la ausencia de mis recuerdos. No tiene ningún sentido que no recuerde nada de mi vida anterior a estar encerrado aquí. Es posible que me hayan drogado para que olvide quién era. Es lo único que se me ocurre. Si me han secuestrado imagino que quien lo haya hecho querrá algo de mí. De mí o a través de mí. Es posible que me quieran para un intercambio o algo similar. Lo que está claro es que si me quisiera haber matado ya lo hubiera hecho. Aunque tampoco puedo descartar completamente esa posibilidad. ¡Maldito dolor de cabeza! No puedo quedarme aquí sin hacer nada. Tengo que trazar un plan...

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