martes, 27 de octubre de 2015

Megas

Megas condujo su coche por la carretera en dirección al este. Había dejado atrás la ciudad y varios polígonos industriales situados a las afueras. Eran las once de la mañana y el cielo rugía de luz y agua en un bailoteo de luces y nubes que parecían pelearse por ocupar todo el espacio en la bóveda celeste. Megas tenía frente a sí la carretera y a lambos lados campos y campos de cultivo y barbecho distribuidos arbitrariamente sin sentido alguno. Delante la autovía serpenteaba las colinas para morir en un horizonte verdusco que daba comienzo a una hilera de cielos compactos que se apelmazaban en dos dimensiones los unos sobre los otros, como los pisos de la lasaña que se pisan entre sí en los restaurantes italianos consiguiendo cada uno más altura a costa del sufrimiento del anterior. 

Tras los árboles que tachonaban el horizonte se levantaba excitada una maraña de nubes negras y moradas que parecían presagiar el final del mundo en sus entrañas. Pero justo sobre ellas, dos centímetros más arriba desde la perspectiva de Megas en el coche, el cielo era límpido y brillante. Había sobre toda esa turba de caos nuboso un gran claro por el que los rayos de sol se colaban triunfantes mezclados con el agua de la atmósfera y creaban colores y luces magníficas que hacían vibrar el corazón de quien las contemplaba. 

Justo encima de aquella claridad rigurosa se levantaba un nuevo mar de nubes oscuras. Estas se distribuían de manera mucho más armoniosa que sus hermanas inferiores y, en lugar de pelearse en una composición caótica de fuerzas y barrocos, se extendían plácidamente a lo largo del cielo sobrante en olas de cúmulos que recordaban un mar en calma pero invertido en lo referente a la fuerza gravitatoria terrestre. Parecía como si la carretera se extendiera por el cielo y Megas condujera su coche sobre el oleaje pausado de un océano cualquiera. 

De la radio brotaban acordes melódicos y sonidos de violines y pianos que capturaban la atmósfera dentro del vehículo y que, combinados con el espectáculo exterior crearon las condiciones perfectas para que el espíritu de Megas temblase. 

Durante unos minutos se sintió libre y pleno. El cielo, el horizonte, la luz y las tinieblas, la música y la velocidad. Todo ello contribuía a que su corazón albergase esa amada sensación perseguida por todos los hombres. Durante esos minutos Megas fue feliz. 

lunes, 26 de octubre de 2015

¿Por qué la gente habla en los ascensores?

¿Por qué la gente habla en los ascensores? El otro día estaba esperando el ascensor de mi casa y llega la vecina del sexto, Conchi. Me saluda, le saludo y nos quedamos esperando a que llegue el ascensor al bajo. Como soy muy educado, y con las personas mayores hay que serlo, le abro la puerta. Cabe aclarar que Conchi tiene doscientos años, lustro arriba lustro abajo. De hecho ella vio instalar el ascensor de mi casa. Y construirla entera desde los cimientos para ser más exactos.

Y cuando estamos ya dentro coge la buena señora y da al botón del sexto. Me mira y me dice: <<Voy al sexto>>. Gracias vecina, además de más joven que usted debo de ser ciego. Hubiera preferido que me preguntara a qué piso voy yo y que pulsara también el botón de mi casa en vez de decir obviedades que no sirven para nada pero qué le vamos a hacer...

Entonces, como no me queda otra, pulso yo el botón de mi casa, el quinto. Y es entonces cuando Conchi suelta otra de sus maravillosas perlas y dice: <<¿Vas al quinto?>>. No, lo hago para despistar...

Lo peor de todo es que llevamos coincidiendo en el ascensor más de veinte años. Creo que la pobre Conchi todavía no se ha enterado de que vivo aquí. Esta escena se lleva repitiendo toda mi vida desde que tengo uso de razón.

Lo peor de todo es que habrá gente que dirá que son cosas que se hacen por educación, por "hablar de algo". Yo mandaría a toda esa gente con Conchi a una isla desierta, por educación. Que si no fuera por educación les mandaba a otro sitio.

Pero hay que reconocer que las señoras como Conchi no son lo peor que te puedes encontrar en un ascensor. En mi bloque de pisos hay algo mucho peor que Conchi y son los vecinos que tienen perro o niños. O lo que es aún peor, los que tienen perro y niños, así, todos juntos, como Mogli en el Libro de la Selva, niños y animales juntos. Es evidente que ese romance no puede funcionar.

Cuando abres el ascensor y te encuentras con uno de esos vecinos no parece un vecino. Parece que la puerta del ascensor es un portal misterioso que te transporta a un episodio de "Teo se va al campo pero antes va a dar un poco por culo en el ascensor".

¿De verdad por qué hay gente que habla en el ascensor? ¿Y por qué cuando te encuentras con uno de estos vecinos con familia numerosa y perro tienes que hablarle antes al niño que al padre? ¿Y por qué cuando lo haces lo tienes que hacer como si el bebé fueras tú y tuvieras algún problema en la boca?

Si vas en el ascensor con un vecino y su hijo entonces tienes que decirle alguna chorreada a la ricura de turno porque si no lo haces eres un borde insensible al que no le gustan los niños, y eso ya será así para siempre. Además tienes que decirlo con voz de gilipollas porque como todo el mundo sabe los niños sólo oyen a los adultos cuando estos les hablan como si lo estuvieran haciendo a un teletubbie.

Pero es que con los perros pasa tres cuartos de lo mismo. Tú te cruzas con un vecino con perro y tienes que hablarle al dichoso perro. Te gusten o no lo perros. Si no lo haces eres igual de borde que si no le hablas al niño. Es fundamental que hables al perro antes que al vecino. Es un código de conducta instaurado por los siglos de los siglos. El vecino observa la escena desde la altura mientras tú estás inclinado dejándote el espinazo diciendo cosas como: <<Guapo, guapo, eres un perrito muy guapo>>. Y como si le hablaras al mismo teletubbie de antes, pero esta vez con la lengua más grande y algo más de pelo.

Tienes que hacer todas estas cosas con la mejor de tus sonrisas. No puedes llegar al ascensor y encontrarte al vecino y a su perro (que es enorme, babea y por alguna razón que no terminas de entender te ha cogido cariño y decide subírsete encima) y decir: <<Ay, es que los perros no me gustan>>. Si haces esto entonces dos rayos láser procedentes de los ojos del vecino amante de los animales atravesarán tu cuerpo y te pulverizarán convirtiéndote en un montón de ceniza en la que el perro del vecino se meará. Y luego llegará Conchi para decirte que ella va al sexto.

martes, 20 de octubre de 2015

Pensamientos suicidas

Cabe pensar en el destino del Hombre cuando el destino de uno solo parece haberse vuelto en su contra. Ahora sólo me queda alzar la voz para gritar alto y con fuerza: <<Nos han engañado>>.

Nos han engañado y ahora ya no hay solución. El tiempo ha marchitado las flores de la primavera y el invierno ha comenzado. Ya no hay libros ni tampoco sueños por realizar. Ahora sólo nos queda el dinero...

martes, 6 de octubre de 2015

Ojos Callados

La oscuridad se cierne sobre mí
Extramuros la habitación está helada
Comienzan a danzar en mi cabeza
Demonios saltarines antes conocidos
Siento los latidos en mi pecho
No son ni lentos ni veloces
Y en mi sesera el silencio lo gobierna todo.

La ausencia de música genera claridad
Los ojos perciben sigilos antes huidos
La luz comienza a vibrar a mi derredor
Y veo ruidos y silencios
Con los ojos callados
Todo se vuelve lucidez
Un resplandor infinito.

El frío es templado
La oscuridad tintinea con destellos juguetones
Como luciérnagas que me guían en la noche...

viernes, 18 de septiembre de 2015

Entrevista a Francisco Ilustrado

El pasado lunes CC entrevistó al filósofo y activista Francisco Ilustrado. El pensador y profesor de la Universidad de Estudios Independientes Sofos es conocido por su activismo en favor de los derechos de los animales así como por su actividad en el terreno educativo, elemento fundamental y piedra angular de todo su pensamiento ético y político. Su próximo libro, “Avanzar avanzamos, la cuestión es adónde”, saldrá a la venta el próximo mes de diciembre y estará disponible en la editorial Nuovo.

CC: ¿Qué espera de su nuevo libro?

FI: Espero muchas cosas naturalmente (se ríe). A decir verdad espero que se vendan muchos ejemplares. No porque signifique ganar más dinero sino porque creo realmente que es importante que la gente lo lea. Creo que tengo cosas importantes, además de interesantes, que decir y en este libro cuento algunas de ellas. 

CC: El título del libro es “Avanzar avanzamos, la cuestión es adónde” ¿Adónde cree usted que estamos yendo? ¿Cree que el mundo es un lugar mejor ahora que antes?

FI: Bueno ésa es la principal pregunta que trato de responder en el libro y el hilo argumental de todo el texto. Me vas a permitir que te conteste al revés de como me has formulado las preguntas. ¿Creo firmemente que el mundo es un lugar mejor ahora que antes? la respuesta es un sí rotundo. Eso no significa naturalmente que no queden muchas cosas por hacer y que todavía haya muchos peligros que solucionar, y es que cuando nos referimos a si el mundo es un lugar mejor ahora que antes, al menos yo, entiendo que lo que se me pregunta es si el planeta es más seguro ahora que antes. Me explico. Hace apenas cincuenta años vivíamos amenazados por el holocausto nuclear de la Guerra Fría, hoy el mundo se enfrenta a unas dificultades terribles. Me viene a la cabeza la situación en Siria con los refugiados y la crisis en Europa que se enfrenta a la cuestión de qué hacer con ellos y cómo acogerlos. Vemos como hay todavía situaciones gravísimas que nos pueden hacer dudar, y con razón, de que el mundo sea un lugar más seguro que antes. Sin embargo por suerte la amenaza nuclear no se cierne sobre nuestras cabezas como décadas atrás. Quizás parezca poco pero es un avance. Es por eso que creo que el mundo es un lugar mejor ahora que antes. Respecto a tu otra pregunta ¿adónde estamos yendo?, bueno, creo que efectivamente vamos a un mundo mejor. Vemos como la conciencia humana cada vez es mayor que en siglos pasados. Por continuar con el ejemplo de los refugiados, hace siglos hubiera sido impensable que se acogiera a esas personas como se está haciendo ahora. Antes la idea de “nación” ocupaba la mente de las personas y esta idea era tan fuerte que era capaz de superar incluso la idea de “humanidad”. Por suerte esto está cambiando y el concepto de nación cada vez está más diluido. Hoy en día la nación se asocia a una población con unas características propias naturalmente, sin embargo cada vez es más normal que se entienda simplemente como una “región administrativa”, nada más. 

CC: ¿Entonces piensa que en el futuro no habrá países?

FI: No, yo no he dicho eso. Lo que quiero decir es que las identidades que podríamos llamar autóctonas, el concepto de nacionalismo tal y como se entiende en Europa a partir del siglo XIX hasta hoy en día lentamente desaparecerá en aras en una cultura universal y cosmopolita, que esté por encima de identidades, religiones, historias, pueblos e idiomas. 

CC: Usted es un firme defensor de los derechos de los animales. En relación a lo que acaba de explicar, ¿cree que en el España la cultura taurina desaparecerá?

FI: Efectivamente soy un firme defensor de los derechos de los animales, pero no sólo de los derechos de los animales, también de los derechos del ser humano. Se podría decir que estoy a favor de evitar cualquier forma de sufrimiento a cualquier ser sintiente en la medida de lo posible. La cultura taurina en nuestro país está fuertemente arraigada, no sólo en “la fiesta” sino en diversas formas de festividades locales que están de un modo u otro vinculados al toro y en todas ellas se lleva al animal a la muerte tras una agonía. Esto no tiene cabida en una sociedad racional, los movimientos antitaurinos, o mejor dicho proanimalistas, tienen cada vez mayor presencia y mayor impacto en el imaginario colectivo. Finalmente la cultura taurina desaparecerá. 

CC: ¿Pero entonces qué pasa con la cultura española, qué le diría a los que consideran el toreo un arte?

FI: A la cultura española no le pasará nada, simplemente cambiará, no tengo ni idea de cómo lo hará pero lo hará. Hace siglos la vinculación entre Iglesia y Estado en España era parte de su cultura, estaba implícito en lo que podríamos llamar el ADN español y sin embargo hoy ya no es así, la separación entre el poder político y el religioso es un hecho claro y nadie se escandaliza por ese cambio de la “cultura española”. Quizás surja una nueva forma de “toreo” en el que se “juegue” con el animal pero sin torturarlo y después matarlo. Respecto a la otra parte de la pregunta, cuando me plantea la cuestión de qué les diría a aquellos que consideran el toreo un arte. Mire la cuestión no es si el toreo es un arte o no, ésa no es mi discusión. Arte viene del latín “ars” y significa “técnica”, cuando decimos que algo es un arte, en el sentido más amplio de la palabra, lo que estamos diciendo es que existe una técnica para realizarlo correctamente y que, cuando se realiza de esa manera, tiene belleza. Yo no voy a discutir si el toreo es un arte o no, en cuanto a técnica sin duda la tiene, e incluso puede llegar a entenderse de una manera bella si tenemos en cuenta el movimiento y la tensión que existe en su ejecución. Sin embargo, como le decía la cuestión no es si es arte o no es arte, si es cultura o si no lo es, la cuestión es si es moralmente aceptable o no. ¿Debemos aceptar la tortura y el sacrificio de un animal por mero divertimento o por el contrario debemos ser contrarios a ello? Yo no tengo duda de que por mucho arte y por mucha cultura o tradición que haya detrás no hay justificación moral que legitime llevarlo a cabo. 

CC: ¿Está a favor de prohibir los festejos taurinos?

FI: Es una pregunta interesante y creo realmente que usted ya sabe mi posicionamiento al respecto (Francisco se ríe y se echa hacia atrás en el sillón). Mire yo soy un firme defensor de la educación como motor del cambio. Entre mis colegas activistas y animalistas a veces no se entiende bien mi postura cuando les digo que yo estoy en contra de prohibir “la fiesta”. Creo que es un problema generacional. Si analizamos el caso con perspectiva vemos como, poco a poco, los detractores del toreo van aumentando sin que se haya prohibido. Creo firmemente que la solución llegará cuando la inmensa mayoría de la sociedad se conciencie de la situación. Sin embargo para ello debe pasar tiempo. Hace 50 años nadie sabía en España lo que era la ecología y hoy en día todo el mundo tiene, al menos en parte, una idea más o menos acertada de lo que es. No se trata de modas, se trata de evolución. El ideario español debe evolucionar lo suficiente como para que la sociedad no demande corridas de toros, sólo entonces se terminará con tanto sufrimiento. Si por el contrario se prohibieran los festejos taurinos, desde mi punto de vista, lo único que se conseguiría sería convertir en mártires a sus defensores y eso enquistaría el problema prolongándolo en el tiempo de manera indefectible.

lunes, 17 de agosto de 2015

Alice

Alice corrió hasta la habitación de su madre con el osito de peluche apretado contra su pecho. Al llegar empujó la puerta entornada y se quedó un segundo contemplando la figura que se hacía hueco entre las sábanas de una cama demasiado grande para aquel cuarto. Se subió al colchón y comenzó a relatar la historia de siempre.

Un señor oscuro estaba en su ventana y le decía que se fuera con ella a su casa. Eloise, su madre, le explicaba que eso era un sueño, que no había nadie en su ventana y que ella lo había soñado. Alice miraba entonces a su madre con cara de incomprensión. A sus cinco años de edad no sabía cómo expresar lo que sentía. Para la niña aquella pesadilla era muy real. El hombre oscuro no hacía nada, le decía su madre. Ella estaba durmiendo tranquila en su cama. Todas las noches su madre la acostaba y le daba un beso en la frente. Entonces Alice le decía que se quedase con ella por si venía el "hombre malo" y Eloise le decía que si eso pasaba tenía que pensar que era un sueño y que cuando se despertase ya no estaría allí.  Entonces Alice se dormía sin decir nada. Al fin y al cabo su madre no iba a dejar que nada malo le pasara y si ella decía que cuando se despertase el hombre malo ya no iba a estar ella se lo creía.

Entonces de repente notaba un calor en las orejas. Notaba como si una mirada penetrante se le clavase en la nuca y entonces sabía que ya estaba allí otra vez. No se movía de la cama. Ni un milímetro. Porque cuando eso sucedía su cuerpo se paralizaba. El frío y el calor se mezclaban y se concentraban en diferentes partes de su carne y de sus huesos. Entonces su corazón empezaba a latir muy fuerte.

Después sucedía lo más desagradable. Lo que hacía que Alice no sólo se paralizara sino que sintiera que su corazón se le iba a salir del pecho. Era cuando el hombre malo le hablaba a través de la ventana. A veces no le veía porque se dormía mirando hacia la puerta. Pero otras lo hacía mirando hacia la ventana y entonces, cuando conseguía abrir lo ojos, se filtraba entre las sábanas y los rizos de la niña le imagen negra de una sombra apoyada contra el cristal que le decía: <<¿Quieres venir a mi casa?>>.

Eloise ya no sabía qué hacer con los miedos de su hija. Las pesadillas habían empezado después de las vacaciones de Navidad. Alice había pasado una semana en la casa de su padre. Desde que él y su madre se separaron siempre habían tenido una relación cordial y habían logrado que el divorcio no fuera demasiado traumático para la niña.

Eloise había llevado a Alice al psicólogo del colegio varias veces desde que empezaron a repetirse las pesadillas. Este le decía que era normal. Los niños de esas edades tienden a sentirse en peligro cuando no están cerca de sus padres y por la noche es cuando estos miedos se manifiestan con mayor intensidad. Sin embargo lo mejor que los padres pueden hacer es no magnificar el problema. Si la madre entraba en el juego de la niña era posible que esta interpretase que podía conseguir todo lo que quisiera de su madre a través de la mentira y podía llegar a darse el caso de que se inventara más historias de "hombres malos" o cualquier otra fantasía con tal de conseguir de su madre lo que ella quería.

La niña se acurrucó junto a su madre en la cama y le dijo que por favor le dejase dormir con ella esa noche. Que el hombre malo le daba mucho miedo. Eloise estaba tan cansada que prefirió acceder con tal de poder seguir durmiendo. A la mañana siguiente habló con su hija e intentó hacerla entrar en razón. Pero la niña soló bajaba la cabeza y miraba al suelo. Para ella los sueños y la realidad eran la misma cosa. Aunque su madre le dijera que no podía irse a dormir a su cama cada vez que tenía esa pesadilla ella sólo sabía que cada vez que el hombre malo aparecía por la noche lo único que quería era huir.

La situación lejos de mejorar empeoró con las semanas y Eloise ya no sabía qué hacer. El psicólogo del colegio no le daba ninguna solución y el meterse en la cama con ella ya se había convertido en una costumbre imposible de evitar. Pasaron los días y Alice se fue con su padre el fin de semana que había dicho el juez. Alice quería mucho a su padre. También a su madre. Pero como era a su padre al que veía con menos frecuencia siempre se alegraba mucho cuando podía estar con él.

Antes de llevarse a la niña Eloise apartó a su exmarido y lo llevó a un rincón de la cocina. Allí le explicó la situación que se venía repitiendo desde el final de las vacaciones de Navidad. No mostró una preocupación especial, entendía que, a esas edades, es normal que los niños tengan miedo de la oscuridad. No obstante prometió a la madre que estaría especialmente alerta y que, si veía algo extraño, se lo comunicaría inmediatamente.

El domingo por la noche el padre trajo a Alice a casa de su madre a la hora acordada y nada hacía sospechar que algo raro sucediera. Habían estado en el parque por la mañana y el día anterior habían ido al cine y a comer pizza. Cuando Alice se fue a su cuarto Paul, que así se llamaba el padre, cogió por el brazo a Eloise y la llevó al rincón de la cocina donde habían hablado el viernes anterior.

-Oye... Sobre lo que me comentase de las pesadillas. No quiero parecer paranoico ni nada de eso. Pero la verdad es que Alice ha estado perfectamente los días que ha estado conmigo. Ha dormido en su cuarto sin ningún problema. El sábado por la mañana no le dije nada, pero hoy le he preguntado en el desayuno que qué tal había dormido y me ha dicho que muy bien porque como mi piso está muy alto el hombre malo no puede asomarse a la ventana como en casa de mamá...-.

-Mira Paul... El psicólogo me ha dicho que estas cosas son normales. ¿Tú crees en serio que algún chalado se va a estar acercando todas las noches a la ventana de nuestra hija a decirle que se vaya con él a su casa? Me alegro de que duerma bien en tu casa, pero estoy convencida de que lo que le pasa a Alice no son más que miedos infantiles, el porqué no lo sé, pero miedos infantiles al fin y al cabo-.

-Supongo que tendrás razón pero Alice es lo que más quiero en el mundo y ya sabes que tiendo a preocuparme demasiado por ella. Lo que quería pedirte es simplemente que estuvieras más atenta a cuando se va a dormir. Me refiero a que, si te parece bien, te acerques a su habitación por la noche para asegurarte de que no pasa nada raro-.

-Mira Paul yo no puedo estar pendiente de si la niña tiene pesadillas durante toda la noche. Bastante con que se viene a dormir conmigo noche sí y noche también-.

-Sólo digo que le eches un ojo cuando se supone que todo el mundo está dormido. Por favor Eloise...-.

Cuando dijo esto el padre de Alice puso la cara que a su madre le había enamorado en la Universidad. Paul tenía la costumbre de bajar un poco la cabeza y levantar la ceja derecha cuando pedía algo. Luego sonreía sin mostrar los dientes y ladeando ligeramente el lado derecho de los labios hacia arriba mientras que el lado izquierdo quedaba perfectamente alineado con el resto de la expresión de su cara. A Eloise seguía pareciéndole que estaba muy guapo cuando ponía ese gesto y finalmente accedió a los deseos de su exmarido.

Tal y como cabía esperar los miedos nocturnos de Alice volvieron esa noche. Su madre le arropó y le dio un beso en la frente como todas las noches con la diferencia de que en esta ocasión, después de besar a su hija, sus ojos su fueron inconscientemente hacia el otro lado de la habitación buscando instintivamente la ventana. Alice no lo notó. Eloise no vio nada extraño. Ahí estaba la ventana y, detrás de ella, el jardín de la casa. Nada más.

Aquella noche su madre no pudo dormir. Se preguntaba a sí misma si su exmarido era un paranoico o tendría razón. Le culpaba, pero sin demasiado rencor, de haberle metido el miedo en los huesos. No podía dormir y decidió levantarse sin encender ninguna luz. Se escurrió sigilosa por el pasillo que llevaba hasta la habitación de su hija y se asomó muy despacio por el hueco de la puerta. Primero vio a la pequeña Alice que dormía en su cama. Después, cuando el ángulo fue el adecuado, miró hacia la ventana de su hija. Nada. La misma ventana y el mismo jardín que había visto cuando había arropado a su hija hacía media hora.

Volvió a su cuarto, se sentó sobre la cama y se encendió un cigarrillo. Este dichoso Paul siempre haciéndole la vida imposible. En la Universidad se habían conocido en el primer curso. Ella estudiaba Filología Anglosajona y él Historia. Desde el primer día que le vio le gustó. Empezaron a salir a los pocos meses de primero. Paul era un hombre divertido y despreocupado. Eso fue lo que más le gustaba a Eloise de su exmarido. Al menos al principio. Cuando terminaron la Universidad se casaron y decidieron dar la vuelta al mundo. Se tomaron un año sabático y, con el dinero que habían ahorrado dando clases particulares a chavales de educación secundaria, cumplieron su sueño. Año y medio después nació Alice. A Eloise le enamoró el espíritu aventurero y librepensador de su marido pero también fue lo que terminó con su matrimonio. Paul quería seguir viajando y Eloise quería establecerse, echar raíces en un mismo sitio y ver crecer a su hija. Paul también quería ver crecer a su hija, pero no le importaba que cada año fuera en una punta distinta del planeta. Eloise no podía con eso. Ahora hacía un poco más de un año de la separación y a Eloise todavía se le hacía muy extraño pensar que ya no estaban juntos. Más todavía cuando fue ella la que tomó la decisión de poner punto y final a la relación.

Del cigarrillo no quedaba nada más que la colilla. Eloise fue al baño. Ahora por fin podría descansar de una vez. Al pasar por el pasillo volvió a mirar en la habitación de su hija. De nuevo nada. En el baño se quedó un rato más pensando sentada en la taza del váter. Se encendió otro cigarrillo y siguió pensando en Paul. Se lo terminó y tiró la colilla al inodoro. Al cruzar por el pasillo se chocó con Alice que salía despavorida de su habitación con dirección a la de su madre. La niña no la reconoció y dio un grito que se escuchó en toda la casa. Eloise se quedó paralizada de miedo. Alice lloraba en el suelo junto a los pies de su madre. Eloise permanecía petrificada. Desde el pasillo, a través de la puerta de su hija, veía por la ventana que daba a la habitación como el "hombre malo" huía al darse cuenta de que había sido descubierto...

lunes, 27 de julio de 2015

El juego de cartas

Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves…

Un pequeño temblor en los párpados y una musiquilla que se oía a lo lejos. Abrí los ojos y me vi de nuevo en el mundo de los Hombres entrando en el gran salón del Vizconde donde acababa de dar comienzo el baile de disfraces. Aquellas gentes danzaban y cantaban alegres vestidos con trajes que parecían sacados de la corte del rey Luis. 

Las cuerdas amenizaban la velada con sus violines y contrabajos. Una luz amarilla y naranja envolvía toda la sala y parecía hacer de todo lo que allí había una sola cosa, como si no hubiera diferencias entre esto y aquello, pues todo, siendo diferente, formaba parte del mismo circo y se movía y reía al compás de la misma música.

Un sirviente me ofreció champán y algo de comer. Al momento la Marquesa de Bizarre me tomó por el brazo y me arrastró hasta una mesita en el centro de la sala donde los caballeros, y también las damas, jugaban a un pasatiempo que combinaba tragos de vino y cartas. 

-¡Gana el que saque la carta más alta! ¡Pero si el contrincante vuelve a extraer otra carta de la baraja puede ganar y hacer que seas tú quien termine bebiendo de su copa!- Gritó la marquesa a la vez que empujaba de un golpe de caderas a un hombrecillo triste y menudo que estaba sentado en el lugar que nosotros ocupamos. 

Después de varias rondas todos los bebedores jugaban relajados y alternaban los licores con risotadas y gesticulaban de manera exagerada con las manos y con la cara. A la Duquesa de Rioltz se le había caído la peluca justo en el momento en el que su silla se quebró en dos, hecho que le hizo caer de espaldas al suelo generando grandes carcajadas entre todos los asistentes que allí estábamos reunidos. 

De repente sonó en la lejanía un reloj. Nadie pareció oírlo y todos siguieron jugando sin preocupación de ningún tipo. Al principio sonaba muy suave, como si estuviera en otra sala de aquel palacio. Después de la sexta campanada su tañido se había vuelto casi un estruendo en mis oídos pero ninguno de los que me acompañaban parecía sentir su martilleo. 
-¿No lo oís?
-¿Oír el qué?
-¡El reloj!
-Yo no oigo nada… ¡La reina de corazones! ¡He ganado! 

Justo cuando sonó la décima campanada todas las ventanas de la sala se abrieron y sus cristales se quebraron dejando entrar un viento helado del exterior que acabó con la luz de todas las velas y en un momento la oscuridad lo gobernó todo. 

Fue entonces cuando mis compañeros de velada se percataron de aquel sonido, de aquel reloj en la lejanía que hasta ese momento había pasado desapercibido en sus oídos. La gente chillaba y llamaba a los criados para que cerraran las ventanas y trajeran candelabros pero el caos se había adueñado de todo y nadie respondía a los gritos de socorro. El viento se había tornado en una tormenta de hielo y truenos que hacía temblar hasta los cimientos de la casa. 

Sonó la undécima campanada y los muros de la sala se troncharon como arcilla húmeda. Cayeron trozos de pared desmenuzada como si de migas de pan se tratase y las columnas reventaron sobre sí mismas haciendo que el artesonado que decoraba el techo se derrumbase sobre nuestras cabezas. 

Sonó entonces la última campana, la duodécima, y cesó la tormenta. Ya no había rayos, ni truenos ni lluvia, ni marquesas ni juegos de cartas. Sólo la oscuridad más absoluta.

miércoles, 24 de junio de 2015

El Lobo (Segunda Parte)

En el Lobo se reúnen gentes muy variopintas. Están sin duda los géneros habituales de los antros lúgubres de cualquier parte del mundo, pero hay también personas más peculiares, personas de esa característica personalísima que no encajan en ninguna categoría concreta y que constituyen, en sí mismos, el paroxismo de la anomalía. 

Una de esas personas es el señor Wu. El señor Wu es español, aunque de origen chino. Su piel es amarilla, su pelo negro y sus ojos rasgados. Lo que podría llamarse un chino de pura cepa. Es habitual de aquel tugurio porque tiene por costumbre y virtud leer la buena ventura de los comensales que allí se reúnen. Los camareros lo saben y siempre le reservan la misma mesa oscura y en penumbra al final del local. Al principio sorprendió un poco que “el chino”, como era conocido en el bar, echara las cartas y, encima, en un lugar con tan poca intimidad, llegó a ser hasta molesto para el encargado ya que constituía una atracción demasiado llamativa para un lugar que se caracteriza por no existir. Sin embargo pronto empezó a atraer personas de todos los géneros y dichas personas tenían, en la mayoría de los casos, un particular amor por la bebida. Esto hizo que los camareros empezaran a ver al señor Wu con mejores ojos, especialmente cuando se formaban colas las tardes de lunes a jueves en la barra del bar para que “el chino” les comunicara su buena fortuna mientras aquellos pobres desgraciados esperaban su vez ahogando el aburrimiento con vinos, whiskys y licores de muchos tipos. 

Wu es de las personalidades más llamativas del Lobo, pero no la única. La señora Remigia es una ricachona arruinada que debe rondar los sesenta y largos. Es ancha y regordeta, con la piel muy pálida y el pelo teñido de rojo. Desde luego no pasa inadvertida. Por si su propio físico no fuera suficiente, tiene por costumbre decorarlo con telas de gasa y terciopelo baratas y algunas joyas que adornan sus orejas, cuello, muñecas y dedos. Algunos la llaman, en tono bromista naturalmente, “la señora disfrazada de joyería”. En realidad nada de lo que lleva es bueno, lo más noble que toca su piel es cristal coloreado pues los tiempos en los que Remigia era la reina allá adonde fuera quedaron ya muy atrás. 

Vivió por todo lo alto cuando era más joven. Desgraciadamente para ella se arruinó por completo cuando a su marido le condenaron por evasión de impuestos y tuvo que empeñar todas sus joyas y sus vestidos buenos. Después tuvo que mudarse a una casa más humilde, cerca de Lavapiés. Para doña Remigia dejar su añorado Barrio de Salamanca donde había vivido toda su vida fue un golpe durísimo del que le costó recuperarse. Sin embargo con el divorcio que sobrevino a la caída de su estatus geográfico consiguió desplumar el poquísimo dinero que el bribón de su marido había escondido en varias cuentas en el extranjero y, gracias a ello, y a la ginebra todo sea dicho, consiguió recuperar el ánimo y, desde entonces, es una asidua a las noches del Lobo. 

Son muchos los personajes y personajillos de la muy nutrida y amplísima sociedad los que deambulan noche sí noche también por la barra de aquel local como para poder citarlos a todos sin dejarse a ninguno que merezca la pena. El señor Wu y doña Remigia son dos de los más carismáticos. Mas no sería justo ni acertado terminar este relato sin mencionar a la triste Ana. 

La triste Ana es una borracha de manual. Podría deshacerme en eufemismos para disfrazar la realidad pero sería inútil e irreal. La triste Ana, como la llaman en el bar, es peluquera. Trabaja de cuando en cuando cortando el pelo a caballeros y peinando cardados a señoronas de barrio. Ha pasado por multitud de jefes pero ninguno la aguanta mucho tiempo pues tiene la costumbre de beber desde por la mañana y eso es algo que, seamos sinceros, no da muy buena imagen… 

Por eso la despiden de todos los puestos que consigue. Vive de su familia, que ya no sabe qué hacer con ella pues, a sus cuarenta y cinco años, ni tiene novio, ni carrera, ni oficio ni beneficio y todo el que consigue amasar se lo gasta en cañas por las tardes. 

No se puede decir que la triste Ana esté en el Lobo todos los días. Es normal, pues le pilla un poco a desmano desde su barrio, sin embargo, si la noche promete ser larga, entonces se embute sus botas de cuero negro y algún top hortera de los que tiene arrugados en el fondo de armario que no hace más que acotar la pobre libertad de unas carnes que ya no están para muchas alegrías y, armada de ropajes indignos los pies a la cabeza, se lanza a la conquista de la madrugada junto a Wu y doña Remigia entre cañas, cartas, joyas y perfumes baratos que dan a la atmósfera del Lobo el aire de un templo pagano en pleno ritual dionisiaco. 

No os molestéis en buscar este lugar en las guías de mano ni en vuestros ordenadores porque no lo encontraréis. Existir existe, os lo aseguro porque yo he estado en él. Conocéis la calle y el nombre, así que preguntad a las gentes de mala facha que se mueven por el centro de la capital. Ellos sabrán guiaros.

lunes, 18 de mayo de 2015

El Lobo (Primera Parte)

Hay una taberna en Madrid donde se reúnen las gentes que prefieren no ser encontradas. Es un antro que bien podría ser el ejemplo arquetípico de las germanías de la capital, pues en él se dan todas las características que le son propias a dicho género. Se ubica en un callejón sin nombre que sale de la Calle del Lobo y, por ser la única tasca de la corredera, responde al mismo nombre. 

La entrada es tan pequeña que sólo puede traspasarla un cuerpo al mismo tiempo, o se sale o se entra, igual que en un banco, pero sin detectores de metal. La puerta es una diminuta apertura en la fachada negra de cemento al final del pasadizo. Está rematada por una viga de hierro oxidado que hace las veces de dintel y del que cuelgan algunas plantas, algunas vivas y otras muertas, que han ido creciendo por los resquicios y agujeros que los años han horadado en el muro.

Nada más cruzar la puerta hay un escalón que casi no se ve pero en el sólo unos pocos tropiezan puesto que, la mayoría de los que lo atraviesan, ya lo han hecho antes. Después del escalón hay un pasillo muy estrecho y muy oscuro con el suelo hundido y cubierto de azulejos de ladrillo desgastado y algo pegajoso. Los pies a veces se encariñan demasiado del adoquinado y cada vez que lo pisan  cruje la suela de los zapatos con un sonido desagradable y largo, y viscoso y seco a la vez.

Al final de la galería se abre a mano derecha la verdadera entrada de la cueva y entonces un arco iris de tonos rojos, dorados y negros dan la bienvenida al visitante. Como se encuentra en los bajos de algún edificio la ventilación es horrible y la atmósfera está siembre enrarecida y densa. Las telas que cuelgan de todas partes tampoco ayudan a respirar con facilidad. Hay cortinas azabache colgadas de la pared que decoran tragaluces inexistentes y trampantojos dibujados en la superficie del muro que emulan columnas y formas arquitectónicas clásicas y grisallas que dan al lugar un aspecto aún más dantesco si cabe. 

Las mesitas donde se sirven los licores son de maderas viejas. Casi ninguna está a la vista porque unos manteles rojos con flecos negros las cubren y sólo dejan ver las patas desvencijadas que sujetan, de manera más o menos firme, la superficie que sirve de teatro a los vinos y cócteles que allí se toman. 

Las sillas son igualmente rancias. Una pátina de negro y ocre recubre cada trozo de los respaldos y oculta cualquier posible vestigio de la veta que antaño pudieran haber tenido. En el caso de los asientos es distinto, pues el roce de las posaderas ha desgastado cualquier barniz que tiempo atrás cubriera las tablas y ahora se muestran desnudas y rubicundas sin más decoro que el de la propia madera virgen. 

Justo al final del gran salón, en el lado izquierdo de la estancia, se encuentra la barra y, tras ella, una estantería de madera de roble labrada con motivos vegetales repleta de botellas de anises y venenos de todo tipo. Los frascos que allí se alinean como un ejército de soldados de cristal multicolores no son las que lucen en cualquier taberna. Hay, sin duda, algunas que podemos encontrar en cualquier club de la capital, sobre todo en los más caros. Sin embargo los más interesantes son aquellos que no tienen etiqueta. Los camareros conocen los contenidos de aquellas ampollas y el cliente debe confiar en el buen ojo del servicio si quiere probar aquellas pócimas de mil demonios pues, hay que aclarar, que no se tratan de alcoholes de menor rango sino, más bien, mucho mejores que aquellos que se pueden conseguir en cualquier mercado de manera legal. 

lunes, 13 de abril de 2015

La chica de los zapatos en la mano

Lucía es una de esas chicas que no pasa inadvertida. Ni es alta, ni es rubia y, ni siquiera, está tremenda. Debe rondar el metro sesenta. Su pelo es negro y un poco azulado, con reflejos, que lo llaman ahora. Lo lleva corto, como una media melena justita y un flequillo recto que le cubre la mayor parte de la frente. Tiene una nariz pequeña y respingona que, junto con sus ojos siempre avispados, le da un toque de niña traviesa. Ella lo sabe, y le encanta jugar con eso. Suele vestir de colores alegres, incluso en invierno. A veces algún vestido estampado o de lunares, pero casi siempre lisos. El rojo es su color favorito, aunque en su armario no faltan los amarillos, los verdes, los naranjas y algún azul cielo, aunque es de los que menos se pone.

A sus veinte años parece que tuviera muchos menos por lo despreocupado de su atención a las cosas. Pero también pudiera parecer que tiene muchos más por lo bien amueblada que tiene la cabeza. Hacer lo que se dice hacer hace de todo y de nada a la vez. Estudia Bellas Artes en la Universidad Estatal, pero no sabe dibujar, pintar pinta algo mejor. En sus ratos libres también practica danza y canto, y los fines de semana sale con amigos por el centro. Prefiere el ron con Coca Cola, aunque los chupitos de tequila tampoco le saben mal.


Lucía es de esas chicas que nunca viste de rosa. Tiene amigas y amigos, aunque es con los hombres con los que se encuentra más a gusto. Siempre ha sabido hacerse respetar y no le tiembla la mano a la hora de dar alguna que otra bofetada a los que intentan pasarse de la raya. Al final, sus amigos, la tratan como a un colega más. Por eso no entra dentro del espectro de las "tías"; ella, a pesar de ser una chica, es Lucía. Ha tenido un par de novietes, rollos más bien, porque se cansa pronto de ellos. Hubo uno que le duró más tiempo, pero eso fue con catorce años y sólo se daban un beso en los labios cuando salían del colegio.


Lucía cree que está destinada a hacer algo grande, como Picasso. Dice que cuando termine Bellas Artes quiere ser una especie de Tracey Emin a la española. El carácter lo tiene, el genio no tanto, pero con lo que tiene puede que llegue a hacer cosas grandes. Uno de sus sueños es irse a Nueva York, a trabajar un poco si puede, pero, sobre todo, a conocer el mundillo del artisteo de la Gran Manzana.


Entre sus artistas favoritos están Warhol, Jeff Koons, Hirst y, por su puesto, Emin. De todos ellos la loca de Tracey es sin duda su preferida. Hay muchas cosas que le gustan de ella pero, por encima de todo, le gusta porque es mujer. Para Lucía es un arquetipo, un modelo a imitar, una especie de espejo en el que verse reflejado y eso le encanta. No es que sea especialmente feminista en su manera de ver el mundo, que lo es, pero dice que si el mundo lo gobernasen las mujeres no habría tantas guerras. Dice que lo peor que podría pasar es que hubiera grupitos de chicas cuchicheando y criticándose unas a otras en las reuniones de la ONU pero que, después, cuando se encontrasen por el pasillo se sonreirían como si nada y comentarían entre ellas lo horribles que eran sus zapatos, nada más. Sin guerras, ni peleas de gallos y campeonatos de "a ver quién tiene más testosterona".


Todo esto lo cuenta en tono de broma por supuesto, como todo lo que hace y dice. Y es que se puede decir que Lucía nunca se enfada. Cuando se cruza con alguien que no le agrada sencillamente le ignora y sigue con los pájaros de su cabeza y sus mundos de pintores internacionales y vestidos de colores. Quizás por eso está siempre de buen humor. Si por lo que fuera la persona en cuestión se pone pesada no es muy de pensarse las cosas dos veces. Lucía sabe lo que quiere y no está dispuesta a aguantar tonterías.


En una ocasión había salido de fiesta con unas amigas y estaba bailando en una discoteca. De repente, justo cuando sonaba una canción que a ella le encanta, notó como una forma gruesa y seca se escurría por detrás de su espalda. Fueron sólo unas milésimas de segundo pero fueron tantas las cosas que se pasaron por su cabeza en aquel momento que el análisis de todo ello daría para escribir hojas y hojas sobre el tema. Al momento un escalofrío helado le subió por la espina y atravesó su espalda hasta llegar detrás de las orejas. Entonces abrió mucho los ojos y reconoció, perfectamente, que la forma gruesa que estaba invadiendo su "espacio vital", a ella le encanta usar esta expresión, era una mano que se dirigía, más o menos disimulada, hacia donde la espalda pierde su nombre.


La bofetada que le propinó en toda la mejilla al chaval que la había tocado coincidió con el final de la canción y se oyó perfectamente en toda la discoteca a pesar de la cantidad de gente que había allí reunida. El "aprendiz de violador", como lo bautizaron más tarde sus amigas entre risas y alguna que otra caída producida por los favores del ron, dio un paso hacia detrás para apartarse de la escena con tan mala suerte de tropezar con uno de sus propios amigos. Esto hizo que cayera en una pirueta que constituyó el paroxismo del ridículo más absoluto justo antes de apoyar, triste de él, la mano sobre los cristales de un vaso roto que había en el suelo.


El despojo de chaval se levantó compungido, con la mano sangrando y el pantalón manchado de arriba a abajo. Todo parecía haber terminado justo cuando Lucía le dijo: -Eso te pasa por meter la mano donde no debes-. Sin embargo, cuando todos los presentes estaban ya dispuestos a seguir con sus vidas e ignorarse mutuamente durante el resto de la velada, el chico de la mano larga empezó a llorar y, acto seguido, salió del local como alma que lleva el Diablo apartando a codazos a toda la chiquillería que allí se amontonaba. Naturalmente todo el séquito de carabinas que lo acompañaba hizo lo mismo y no volvieron a aparecer por allí en lo que restó de noche.


Lucía no se enfadó. Siguió bailando como si no hubiera pasado nada. De hecho fueron las amigas las que mostraban más atención a lo que acaba de suceder delante de sus ojos. Cuando vieron que Lucía no le dedicaba mayor importancia continuaron con la fiesta. Aquella noche fue memorable. Volvieron a casa con las primeras luces del amanecer...


Era tan tarde que ya era temprano. A Lucía se le había corrido el rímel y llevaba los zapatos en la mano, agarrados por los tacones como si de un ramo de flores se tratase. Toda ella era un ridículo precioso después de aquella noche. Estaba tremendamente guapa. Era el caos encarnado en una persona. Era la inocencia de la juventud, la alegría de la despreocupación, la naturalidad del alma indómita. Con su cuerpo pequeño y recogido, aún así, Lucía lo ocupaba todo.


Siempre es así, Lucía lo ocupa todo porque su personalidad es fuerte y dulce al mismo tiempo. Es el equilibrio perfecto de tozudez y ternura. Lucía es esa chica de los zapatos en la mano que, pase lo que pase, consigue que nunca se pierda la fe en el mañana.

viernes, 10 de abril de 2015

Trueking

Algunos decían que toda la culpa fue del Gobierno. Otros que la causa principal fue la moda ecológica y el principio del agotamiento de los recursos naturales. La verdad es que ambas tuvieron mucho que ver pero no sería del todo justo decir que fueron las únicas. De hecho había incluso personas que se apuntaron a esta nueva moda por el simple hecho de que les gustaban las cosas viejas.

Para mí era mi primera vez y, como no puede ser de otro modo, sentía esa excitación especial que todo el mundo siente siempre que se hace algo nuevo por primera vez en la vida. Que mi amigo Erik me acompañara ayudó bastante a decidirme. Él ya lo había hecho muchas veces y me había enseñado todo lo que había conseguido después de aquellas mañanas de ir y venir aquí y allá ajetreado con la mochila color verde pistacho a cuestas. Una noche tomando unas cervezas con unos amigos me convenció para acompañarle el próximo día y yo le dije que sí.


Era domingo por la mañana y Erik y yo habíamos madrugado para que nos diera tiempo a aprovechar bien la mañana. Habíamos quedado en la parada del metro cerca de su casa.


-¿Has traído todo lo necesario? -Me preguntó-.

-Sí.
-¿Y tu mochila?
-Sólo tenía esta negra... -Dije enseñándole mi mochila de Eastpak desollada por los bajos y con las correas hechas jirones-.
-Bueno, no es lo más ortodoxo pero tampoco pasa nada.

Tardamos una media hora en llegar hasta el Trueking Place. Cuando salimos de la estación el color verde en las mochilas parecía haberse convertido en la regla por antonomasia. Allí se reunía gente de todo tipo, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, gente arreglada y personas que iban casi descalzas. Todos llevaban una mochila a la espalda o rodando por el suelo y casi todas eran de ese horrible color pistacho que desde hacía unos años servía para identificar a los truekers.


Tuve que hacer un verdadero esfuerzo por no perder a Erik entre el gentío pero rápidamente me adapté a su forma de hacer las cosas. Me dijo:


-Tú no te separes de mí durante un rato hasta que veas cómo funciona esto, aunque no tiene mucho misterio. Mírame como lo hago y luego me copias ¿vale?


Entonces se acercó a una chica que llevaba el pelo recogido en forma de moño y sujeto con unas varillas rojas decoradas con unos dragones chinos muy mal pintados y se pusieron a hablar con total naturalidad.


-¿Buscas algo en concreto?

-Cambio libros y además tengo este móvil, esta lamparita de mesa y este reloj.
-¿A ver qué libros son? -Entonces la chica sacó varios tomos de su mochila y se los mostró a Erik-.
-¿Te gusta El fantasma de Canterville? Te lo cambio por esta edición del Tao Te King.
-Mmmm... Pues es que ya lo tengo... Déjame ver qué más tienes.
-¿De libros dices?
-Sí, sí...

La chica echó un ojo a los libros que mi amigo llevaba en su mochila y al final no le convenció ninguno. Se sonrieron y se despidieron con un alegre "feliz trueking". Después Erik siguió caminando entre la gente con el ojo avizor en aquellos objetos que sí que estaban a la vista. Yo le seguía, física y mentalmente, y analizaba todos sus movimientos y su manera de hablar con las personas que allí se movían a tropel pero con un sorprendente orden y elegancia entre todo aquel caos humano.


Finalmente Erik consiguió cambiar su Oscar Wilde por un libro de posturas de yoga de un autor americano no muy conocido. Cuando se acercó a mí me dijo:


-Bah... No es muy bueno pero hoy no parece que haya mucho para elegir. Tampoco tiene mucha importancia porque lo bueno de esto es que, cuando haya leído el libro, lo volveré a traer aquí para cambiarlo por otro...


Yo había traído varios objetos conmigo como me había dicho mi amigo. En mi mochila negra se revolvían varias revistas viejas de Historia y vida, un abrecartas de bronce con el mango en forma de águila, un imán para la nevera con una foto de Roma y unas gafas de sol con la montura en imitación a carey que estaban desgastadas en las partes de las patillas.


Me acerqué a una señora mayor que parecía estar buscando a alguien en concreto pero que finalmente resultó que, al ser menuda de estatura, no conseguía ver más allá de la primera línea de cabezas que se erguían como un bosque impenetrable frente a ella. Se llamaba Roberta, tenía 64 años y vivía sola en su piso de Malasaña con sus tres gatos, Zeus, Vulcano y Copito de Nieve. No quise preguntar de dónde sacó la genial idea de ponerles esos nombres a los pobres animales no fuera a ser que, dándole la oportunidad, me contara la otra mitad de su vida que no me había relatado aún.


Roberta resultó ser una señora parlanchina pero muy agradable. Se sorprendió mucho de que alguien tan joven llevara al Trueking Place unos ejemplares viejos de Historia y vida que hacía tantos años que no había vuelto a ver y le encantaron. No tuve más remedio que cambiárselos por una pareja de perros fu de porcelana descascarillada que, según me contó, no eran buenos pero tampoco malos del todo.


Erik y yo anduvimos un rato más por entre la gente hasta que a eso de media mañana nos empezó a entrar hambre y decidimos ir a comer al primer bar que encontramos fuera de la plaza. Allí aprovechamos para hacer recuento de todos los tesoros intercambiados: El libro de yoga de Erik, mis perros fu, un DVD con libreto de El Fantasma de la Ópera, otra lámpara de mesa distinta de la que mi amigo había traído, unas gafas de ver que yo cambié por las mías de sol, un portaminas y una pulsera de conchas de mar constituían todos los recuerdos de aquella mañana de trueking en pleno centro de Madrid.

martes, 24 de febrero de 2015

Carta de un ángel a su sobrino

Mi querido sobrino,

No puedo evitar sorprenderme de que a estas alturas de tu labor me preguntes por la cuestión del Amor tal y como hiciste en tu última carta. Pensaba que a los ángeles jóvenes como tú os habrían instruido ampliamente en la escuela al respecto de estos temas tan fundamentales de conocer a la hora de guiar las almas humanas pues, sin duda, el Amor es uno de los asuntos en el que los humanos invierten gran parte de su tiempo durante su vida en la Tierra. A modo de consejo personal, te recomiendo que cualquier duda que te pueda surgir en tu labor no la calles, pues tu ignorancia al respecto no debe ser motivo de vergüenza. Muy al contrario, preguntar al respecto y asumir tu desconocimiento sobre este o cualquier otro asunto demuestra humildad por un lado y deseos de aprender por otro, y ambas son cosas buenas. Por mi parte, como tío tuyo que soy, haré todo lo posible para que tu ignorancia se reduzca lo más posible y poder enseñarte todo lo que sé, que, si bien será más de lo que tú sabes, siempre será menos de todo lo que cabe conocer; cuenta conmigo para todo aquello que necesites, yo estaré encantado de poder ayudarte. 

El tema del Amor es un tema complejo. Para los ángeles como tú y como yo es sin duda la mayor y más elevada experiencia que nuestro Padre Celestial nos ha concedido. En otras palabras, el Amor es lo más grande que existe. Definir el Amor es sin duda una tarea mucho más compleja que experimentarlo, decir que se limita a desear el bien del ser amado sería incompleto en el mejor de los casos pues, como ya sabrás, cuando se ama no sólo se desea el bien del otro sino que, más bien, no se distingue entre el otro y el yo, todo pasa a ser uno y desear el bien del otro es lo mismo que gozar con su bien más que con el propio. 

Hemos invertido algún esfuerzo en estudiar la cuestión a fondo cuando se trata de iluminar el camino humano. Nuestras acciones han conseguido grandes avances en este terreno, aunque todavía queda mucho por hacer. Debes comprender que los humanos experimentan el Amor en una dimensión mucho más limitada que en la que nosotros podemos hacerlo gracias a nuestra naturaleza puramente espiritual. Poder contemplar a Nuestro Padre que está en los Cielos es la experiencia más amorosa que ningún ser puede sentir, nosotros, como espíritus puros que somos lo sabemos pero, a los hombres, esa experiencia les es negada durante la primera fase de su existencia y, por ello, su comprensión del Amor nunca puede ser completa hasta que alcanzan a ver el Rostro de Dios.

En los últimos años hemos conseguido influir muy positivamente en las consciencias humanas y en su imaginario colectivo para facilitarles la tarea de comprender el Amor y así elevarlo a las cotas más sagradas del pensamiento humano. A pesar de la labor llevada a cabo por el Enemigo, hemos conseguido que la idea del utilitarismo no cale en las mentes humanas más allá de un mero pragmatismo inicial que, finalmente, siempre se les revela como erróneo, ya que, una comprensión completa del Amor, les haría ver que amar por el hecho de que es útil sería una completa equivocación. Eso sería una mera simbiosis entre seres similares, pero el Amor es mucho más que eso. 

Naturalmente el Amor es un asunto complejo y, como comprenderás, querido sobrino, en una carta como esta no hay espacio suficiente para tratar el tema con la profundidad que se debiera para abarcarlo en su totalidad. Por ello me centraré en las líneas más generales y que creo te serán de mayor utilidad en tu tarea de guiar el alma humana durante su estancia en la Tierra. Si consigues influir a tu protegido para que el Amor se convierta en un elemento superior en su vida habrás conseguido un gran avance en la tarea que te ha sido encomendada, así que no menosprecies esa esfera de su vida.

Hay que comprender que los ángeles partimos con ventaja en este tema pues, como sabrás, la racionalidad que impregna todo nuestro ser permite comprender a la perfección un elemento tan real como es el Amor. Todo nuestro conocimiento al respecto se basa en las dos formas más comunes del conocimiento, la propia experiencia y la comprensión racional. La propia experiencia demuestra que el Amor es la experiencia espiritual más elevada que cualquier ser puede experimentar. Fíjate bien en que digo experimentar y no sentir, pues, a diferencia de lo que algunos puedan pensar, el Amor no es un mero sentimiento, tiene su origen en una unión espiritual plena con el ser amado y, aunque tiene un elemento sensual en los humanos, el sesgo espiritual es infinitamente más poderoso que el sentimiento físico que lo acompaña. Por otro lado, mediante el uso de la razón se puede llegar a la comprensión lógica del Amor. Para ello es necesario entender la naturaleza del Amor en su dimensión más radical que consiste en la supresión total de las barreras que definen el yo.

Afirmar “yo te amo” es lo mismo que decir que, en cierto sentido, no encuentro diferencias entre tú y yo, y no me refiero a que tengamos cosas en común, eso sería establecer similitudes entre entes distintos. Decir “te amo” es decir que, básicamente, tú y yo somos la misma cosa, a pesar de tener existencias diferenciadas. Sin duda el Amor es la creación más grande que nuestro Padre Celestial ha concebido jamás, pues permite la unidad y la multiplicidad de los seres al mismo tiempo y, con ello, la unidad de toda la creación en un acto de absoluto y eterno Amor. 

El Enemigo no puede entender el Amor. Lo más que consigue es entender que en un momento dado un individuo sienta gratitud hacia otro que le ha hecho un favor, pero eso no es Amor como erróneamente piensan. Eso, en el mejor de los casos, es simbiosis o intercambio de favores. El Amor es un acto desinteresado, no espera recibir nada a cambio del bien causado porque el bien causado es trabajo y recompensa al mismo tiempo. Sin duda el Enemigo, habiéndose alejado tanto de nuestro Padre Celestial, ha entrado en una espiral de ignorancia que le impide ver la naturaleza del Amor tal y como realmente es. 

De todos los amores que el ser humano experimenta en su vida terrenal es, sin duda, el amor de pareja uno de los más intensos, sólo superado por el Amor a los hijos, que es el más elevado que un humano en la Tierra puede gozar. No deberías descuidar ninguno de los dos puesto que, a través de uno y otro, el humano puede alcanzar la salvación de su alma.

Algunos poetas humanos han acuñado la idea romántica de que el Amor vencerá la muerte, sin duda inspirados en el episodio de la Encarnación, esa fue nuestra mayor victoria sobre el Enemigo porque, efectivamente el Mesías venció la muerte y regresó de los Infiernos demostrando que el Amor es capaz de sobrevivir a la más absoluta destrucción y con su sacrificio, a pesar de que el Enemigo lo ignore, ya están salvadas todas las almas de la Humanidad. 

Esta idea es sumamente poderosa porque efectivamente, el hecho de que el Amor sea capaz de salvar a los humanos de la muerte es el regalo más grande que Nuestro Padre Celestial ha concedido al género humano. No de la muerte física, naturalmente, pero sí de la muerte espiritual. El enamoramiento tiene la maravillosa cualidad de volver buenos a los seres humanos. Sin duda es algo que no dura para siempre, tienes que entender que de todos los amores que puede sentir el hombre, el de la pareja, a pesar de su intensidad, es también de los más efímeros. En realidad esto no cambia el bien que hace porque deja huella en el corazón del hombre para siempre y con ello su labor está lograda. Si un humano muere estando enamorado será casi imposible que podamos perderlo. Por el contrario, si no conoce el Amor, especialmente en sus formas más intensas, aquellas en las que se estaría realmente dispuesto a dar la propia vida para salvar la del ser amado, será mucho más difícil que entre directamente en los Cielos sin tener que pasar antes por el Purgatorio. 

Es por esto por lo que dicen que el Amor salva de la muerte. En los últimos años los humanos se han vuelto especialmente egoístas y esto sí que es un error que debemos subsanar con nuestra sabia y recta guía. Nosotros, al igual que el Enemigo, no podemos obligar a los humanos a actuar de un determinado modo, su libre albedrío se impone por encima de nuestros actos. Lo único que podemos es influir en su corazón introduciendo en su mente las ideas y los pensamientos necesarios para que configuren su realidad de acuerdo a lo que les es más adecuado para su propia salvación. De esta forma, la salvación de su alma no es algo impuesto desde fuera sino que es un logro de ellos mismos, consiguiendo con ello completar su propio ser y actuando en colaboración con Nuestro Padre Celestial en la creación de su propio ser como hombre. En verdad nuestro amado Padre es tan grande y tan generoso que ha querido que los humanos sean partícipes del maravilloso acto que es la creación y ha encontrado la manera para que, aunque ellos no lo sepan, sean sus propios creadores al ser actores principales en la salvación de su alma sin que por ello Él pierda un mínimo de su acción amorosa que les da la vida. 

Es por ello, sobrino, que en tu tarea de guía de las  almas deberás siempre conseguir que el paciente se acerque lo más posible a una vida llena de Amor en cualquiera de sus formas. Hay muchas formas de amar, aquí sólo he mencionado el Amor a los hijos y el Amor a la pareja pero, como sabes, hay infinitud de maneras de amar, casi tantas como seres hay en el Universo. En estas líneas no me da tiempo ni espacio suficiente para detallarte detenidamente todas ellas pero, al margen de las formas de Amor que pueda encontrar tu protegido en su vida terrenal, deberás tener siempre presente una cosa: No existe ninguna cosa mala en el Amor, toda acción inspirada por el Amor será siempre buena. Puede que haya consecuencias inesperadas, pero esas se deberán, sin duda, a la ignorancia de otros elementos partícipes en la ecuación. Sin embargo, pase lo que pase, el Amor salvará a la Humanidad. Por ello fomenta el Amor en todas sus formas en la vida de tu humano, si hay Amor los otros bienes vendrán por sí solos. 

Me despido de ti con la esperanza de que mis palabras te sean de utilidad, tanto en tu tarea de protector de almas como en la tarea de crecer en sabiduría. Sabes que los ángeles amamos de forma grandísima y, en mi caso, siendo yo tu tío, mi Amor por ti es todavía mayor si cabe. Recibe todo mi Amor en esta carta y que mis palabras te inspiren para llenar el corazón de tu protegido con este mismo Amor que ahora te transmito. 

Atentamente, tu querido tío.

lunes, 23 de febrero de 2015

Carta de un demonio a su sobrino

Mi querido sobrino,

Resulta sorprendente que a estas alturas de tu labor me preguntes por la cuestión del Amor tal y como hiciste en tu última carta. Pensaba que a los demonios jóvenes como tú os habrían instruido ampliamente en la escuela al respecto de estos temas tan fundamentales de conocer a la hora de recolectar almas humanas pues, sin duda, el Amor es uno de los asuntos en el que los humanos pierden gran parte de su tiempo durante su vida en la Tierra. A modo de consejo personal, y confío en tu discreción, te recomiendo que el Alto Mando no se entere de tu ignorancia al respecto ya que, como no podría ser de otra manera, pensarán que eres un completo inepto y un incompetente y podrías sufrir justas represalias. Por mi parte, como tío tuyo que soy, mantendré la boca cerrada y haré todo lo posible para que tu ignorancia se reduzca lo más posible; ya encontraré la forma en la que puedas compensarme, pues no creas que mi silencio te va a salir gratuito.


El tema del Amor es un tema complejo. Para los demonios como tú y como yo es una completa inventiva del Enemigo. En otras palabras, el Amor no existe, es un eufemismo creado por el Cielo para denominar una forma de simbiosis entre diferentes entes conscientes. Hemos invertido mucho esfuerzo en estudiar el problema a fondo. Nuestras acciones han conseguido grandes avances en este terreno en los últimos años influyendo en las consciencias humanas y en su imaginario colectivo para desterrar el Amor de las cotas sagradas a las que los humanos de siglos anteriores lo habían elevado. Hemos conseguido que la idea del utilitarismo cale en las mentes humanas y, de esta forma, el Amor ha dejado de ser una unión sagrada para convertirse en un elemento mucho más práctico.


Naturalmente el Amor es un asunto complejo y, como comprenderás, querido sobrino, en una carta como esta no hay espacio suficiente para tratar el tema con la profundidad que se debiera para abarcarlo en su totalidad así que me centraré en las líneas más generales y que creo te serán de mayor utilidad en tu tarea de recolector de almas. Si consigues influir a tu paciente para que el Amor se convierta en un elemento menor de su vida habrás conseguido un gran avance en la tarea que te ha sido encomendada, así que no menosprecies esa esfera de su vida.


Hay que comprender que los demonios partimos con desventaja en este tema pues, como sabrás, la racionalidad que impregna todo nuestro ser no permite comprender un elemento tan irreal como es el Amor. Todo nuestro conocimiento real al respecto ha conseguido asimilar la idea de simbiosis como lo más parecido que podemos entender del Amor. De esta manera comprendemos que los humanos, o cualquier otro ser creado por el Enemigo pueda establecer vínculos afectivos con otros seres en tanto en cuanto no son seres autosuficientes y, con ello, obtienen ventajas a la hora de conseguir sus objetivos colaborando entre ellos en lugar de compitiendo. Sin embargo, más allá de esto, todo lo referido al Amor se nos escapa, al menos en los términos en los que el Enemigo expone su teoría.


La versión más extendida a día de hoy respecto a esta problemática es que el Amor es un invento del Enemigo para conseguir controlar las acciones de los humanos sin interferir directamente en su actividad y respetando, de esta forma, el libre albedrío que tanto mima y del que tan orgulloso está de haber creado. Nuestra teoría, al menos por el momento a falta de una mejor, es que el Amor es sencillamente una mentira con la que el Cielo pretende controlar a los seres humanos haciéndolos creer que sienten sensaciones mucho más intensas de las que realmente padecen, que son las naturales a las relaciones de simbiosis. Podemos entender que en un momento dado un individuo sienta gratitud hacia otro que le ha hecho un favor, pero eso no es Amor como erróneamente piensan. El primer individuo habrá ejecutado el favor al segundo porque estaría en condiciones de ventaja sobre el segundo y así este quedará en deuda con el primero. El primero comprende que el segundo le devolverá el favor en un futuro en el que las situaciones de ventaja estén invertidas y, con ello, se restablecerá el orden natural de las cosas. Esto, llevado al extremo, conlleva las denominadas relaciones amorosas que tanto les gustan a los humanos y que no son, ni más ni menos, que convivencia mutua interesada cimentada en una cadena de favores mutuos y continuos que se intercambian los miembros del romance y que, esto sí que es real, facilita su existencia al tener mayor capacidad de acción a la hora de conseguir sus objetivos.


Toda la parafernalia que rodea a este intercambio de favores y estados de ventaja y desventaja mutuas es sólo pura superchería, una gran mentira, un decorado efímero que consigue nublar las mentes de sus ejecutores y que les permite no ser del todo racionales y soportar tensiones en el contrato de favores mutuo que se intercambian aún cuando alguna de las partes no es del todo cumplidora con dicho contrato. Sin embargo, y aquí es donde tienes que tener cuidado con el paciente, al margen de que toda esta falacia del Amor sea una gran mentira, los humanos lo vivirán como si se tratase de una gran verdad. De hecho, no sólo eso, sino que muchos de ellos creerán que es la piedra angular de su existencia y lo que da sentido a sus vidas. Debes evitar que el paciente llegue a tal estado mental pues, de llegar a alcanzarlo, efectivamente el Amor le salvaría de la muerte. Como sabes nuestro objetivo es conseguir que las almas de los humanos se alejen lo más posible del camino del Enemigo y, por el contrario, llevarlas como tributo a Nuestro Padre Infernal que está en las profundidades.


Algunos poetas humanos han acuñado la idea romántica de que el Amor vencerá la muerte, sin duda inspirados en el episodio de la Encarnación, esa fue nuestra mayor derrota porque, efectivamente el Mesías del Enemigo venció la muerte y regresó de los Infiernos dando con la puerta en las narices a Nuestro Padre Infernal en el mayor acto de desprecio que han tenido los poderes del Cielo con Él desde la Caída que se produjo al principio de los tiempos. Esta idea es sumamente peligrosa porque, a pesar de todo lo mencionado anteriormente respecto al tema que nos ocupa, desgraciadamente para nuestros intereses, el Amor es capaz de salvar a los humanos de la muerte. No de la muerte física, naturalmente, pero sí de la muerte espiritual. ¿Acaso has visto a un sólo enamorado rendir pleitesía a Nuestro Padre de las Profundidades? El enamoramiento tiene la estúpida cualidad de volver buenos a los seres humanos. Sin duda es algo que no dura para siempre pero, si un humano muere estando enamorado será casi imposible que podamos conseguir su alma. Por el contrario terminará en las manos del Enemigo.


Es por esto por lo que dicen que el Amor salva de la muerte. Por suerte en los últimos años, igual que hemos conseguido introducir ideas utilitarias en el imaginario colectivo de los humanos que han conseguido profanar la idea del Amor y defenestrarla a la idea de simbiosis útil, también hemos conseguido que los humanos dejen de creer que el Amor les salvará de la muerte. Con ello se vuelven mucho más egoístas y perezosos a la hora de ayudar a sus semejantes y eso nos permite tener un mayor control sobre ellos y arrastrarlos a nuestro campo con mayor eficacia.


Es por ello, sobrino, que en tu tarea de recolector de almas deberás siempre conseguir que el paciente se aleje lo más posible del Amor en cualquiera de sus formas. Este es un punto sobre el que no hemos hablado, por el contrario todo mi discurso se ha centrado en el Amor que sienten los humanos por su pareja que, aunque es el más efímero también es el más intenso y, por ello, el que debe ser más vigilado desde la cercanía. Sin duda esta carta empieza a ser excesivamente larga y por ello no entraré en hacer una disertación sobre las diferentes formas que puede tomar el Amor en la vida humana, pero sí que te diré que son muchas y que todas ellas son peligrosas para nuestros objetivos infernales. Por ello aleja a tu paciente lo más que puedas de todas ellas, especialmente del Amor de la pareja.


Me despido de ti con la esperanza de que mis palabras te sean de utilidad, tanto en tu tarea de recolector de almas como en la tarea de no ser un asqueroso ignorante que me ponga en entredicho ante el Alto Mando. Sabes que los demonios no sentimos Amor así que espero que me seas útil y nuestra simbiosis pueda mantenerse en un estado óptimo por muchos años.


Atentamente, tu querido tío.

jueves, 5 de febrero de 2015

De lo imperfecto

Es la soledad del genio una idea recurrente en la literatura y en el arte. Enfrascado en estos pensamientos he comprendido un elemento fundamental a la hora de lastrar la ejecución del texto. Sin duda, y como es natural, todo artista busca en la realización de su arte una técnica y unos resultados tan depurados que no puedan tener corrección posible cuando la obra ha sido presentada al público. Esto es lo que, en términos generales, se denominada perfeccionismo. El perfeccionismo puede verse aplicado a cualquiera de las múltiples esferas que conforman la existencia humana y, en todas ellas, consiste en la misma búsqueda de unos resultados que no ofrezcan posibilidad alguna de réplica. 

El perfeccionismo aplicado al arte, y más concretamente a la literatura, tiene una ventaja y un inconveniente. La ventaja resulta más que evidente, pues de la búsqueda reflexiva de la perfección surgen obras maestras que ejecutan el lenguaje con tal belleza que alcanzan las cotas más elevadas del ser. Hacen acopio del trascendental más cuestionado por los filósofos que es la belleza, pero también el más romántico y por ello el más merecedor de ser creído, postulado e incluso amado. La desventaja del perfeccionismo viene después, cuando el desarrollo de la búsqueda exhausta de la perfección termina conllevando la inacción. 

Es la inacción el peor de los males que pueda acontecer al artista pues, una mala obra o un mal texto, a pesar de la mediocridad del mismo, permite al creador entrar en el proceso creativo y este, a su vez, puede permitir el éxito en la tarea creativa. Sin embargo, la inacción degüella de forma taxativa cualquier forma de creación al evitar incluso el hecho más sencillo de todos que es sentarse frente a la hoja vacía, frente al lienzo en blanco o la madera virgen.

Por ello no dejéis que el amor a la perfección os ciegue ni os corte las manos. Contempladla más bien seguros desde la distancia, sabiendo que está ahí y que, tal vez, pueda ser alcanzada, pero comprendiendo también que toda forma de existencia, y más cuando al arte se refiere, está impregnada al menos un poco de esa luz divina que es el trascendental de la belleza. 

Es por esto que el exceso de perfeccionismo, cuando éste se convierte en vicio en vez de virtud, degenera en una enfermedad para el artista que todo mal diferente es mejor, pues de todos los males que pueda padecer el artista el peor de todos es la inacción pues el artista es artista en tanto en cuanto ejecuta su arte pero si, por las causas que fueran, incluida el perfeccionismo, el artista deja de hacer su arte deja a la vez de ser artista pues lo que lo define como tal es su acción creativa, sin la cual, no es artista. 

Por ello cabe sentarse frente al blanco del papel y empezar a escribir. Habrá tiempo después de corregir lo que sea necesario. Incluso en el caso de que no se alcance la pureza absoluta del texto en lo que a su manera de ejecución y la forma de presentación escogida se refiere siempre será mejor eso que la hoja en blanco. Como decían los escolásticos de la nada nada sale, y es verdad que a veces la naturaleza pueda engendrar formas monstruosas que bien podrían ser eliminadas del mundo de la existencia sin que se perdiera con su ausencia casi nada en su destrucción, pero también es igualmente cierto que sin esos monstruos de la razón danzante no podría tener lugar la obra maestra en medio de tanta oscuridad. 

martes, 3 de febrero de 2015

La chica de la cintura de avispa

Corría la calle principal camino abajo y los muchachos se arremolinaban en la esquina de la calle 6 de diciembre esperando a que salieran del colegio las chicas con sus carpetas color burdeos y sus faldas grises. Siempre se reunían en esa esquina donde unos cambiaban de rumbo y se dispersaban, por direcciones distintas pero todas ellas abarrotadas hasta arriba. 

Cuando llegaba la chica de la cintura de avispa, así es como los zagales la bautizaron la primera vez que la vieron, se notaba el nerviosismo en el ambiente. En realidad era una rutina que se venía repitiendo desde septiembre todos los días de lunes a viernes pero que siempre, sin excepción alguna, constituía un ritual iniciático digno de ser presenciado. 

Entonces las amigas de la chica de la cintura de avispa se quedaban en un segundo plano, sólo unos pasos por detrás de esta, y esperaban a que Franky, el chico malo y líder de los chavales allí reunidos hiciera lo apropiado y caminara dos pasos por delante de sus amigos para saludar a la chica de la cintura de avispa. Hablaban de cualquier tontería, se preguntaban por el día y por la escuela y no decían nada interesante que mereciera la pena ser contado pero ellos se divertían de esa forma. 

Cuando los dos jefes habían terminado con los rituales de presentación entraban en escena sus acólitos que entablaban conversaciones igual de banales que las de sus líderes y que resultaban igual de superfluas e igual de ridículas, pero que eran del mismo modo interesantes de observar desde la lejanía. Así se comprobaban los gestos, el vocabulario de las manos, las palabras entrelazadas con las miradas, ese movimiento de cabeza y esa manera tan suya de torcer el cuello un poco a la derecha, que dejaba caer un mechón de pelo sobre la sien de la frente y que luego volvía a su lugar con un golpe automático, artístico y exuberante. 

La esquina de la calle 6 de diciembre se ponía hasta arriba. Los pobres viandantes que por allí pasaban tenían que sortear a aquellos inocentes que jugaban a ser felices ataviados con sus miradas, sus sonrisas y esos horribles uniformes de colegial que sólo les sentaban bien por la juventud que  aún cargaban en sus mochilas y que el funesto padre Tiempo todavía se había dignado a no morder. 

Esa celebración se repitió todos los días que hubo clase aquel curso, desde septiembre hasta junio. El año siguiente pasaron al nuevo sistema educativo y cambiaron de aulas muchos de los que allí se reunían. Franky y la chica de la cintura de avispa empezaron a salir y lo hicieron durante casi dos años. Fue la pareja que más duró de todas las que allí se forjaron. 

Dos años parece poco pero cuando no tienes ni diecisiete primaveras es la eternidad infinita arrodillada frente a la grandeza el mundo. Nunca más volvieron a quedar de la misma manera que lo hicieron todos aquellos chavales todos juntos. Muchos se volvieron a ver durante años, un par de ellos mantuvo amistad hasta el primer o segundo año de universidad. Después sus vidas tomaron caminos diferentes y no volvieron a verse nunca. Era lo que solía hacer la gente que llegaba a la esquina de la calle 6 de diciembre, tomar caminos diferentes y seguir su propio rumbo.